Una vivienda diseñada para aprovechar al máximo la luz natural y mantener los 365 días una temperatura interior de 20 grados. La casa del futuro que aspira a ser referente de arquitectura bioclimática y sostenible. Sorprende su diseño sin estridencias.
El gran historiador del arte H.W. Janson escribió que más que «satisfacer al cliente individual y sus deseos personales buscaba que sus casas ejercieran una influencia profunda sobre las personas que viven, trabajan o rezan en su interior. Por lo que el arquitecto es, en verdad, un escultor de hombres». Lloyd diseñó las Praire Houses, casas de lineas bajas y horizontales que se fundían con el paisaje y que, al tiempo, combinaban en una estructura de bloques terrazas, balcones, patios y espacio interior.
Villa Moraira, la casa del futuro que aspira a ser paradigma de la arquitectura bioclimática de hoy (la primera en la Comunidad Valenciana que obta a la doble certificación Breeam® y Passivhaus de construcción sostenible) es heredera de ese discurso de que la arquitectura modela al hombre.
La promotora valenciana DICAM Control y Gestión de Obra S.L, quiere que esta casa sea un referente de bioconstrucción. Las obras de la misma empezarán este mes. Y eso obliga a tener en cuenta conceptos que transcienden la mera arquitectura. La empresa incide en que ha estudiado al detalle «la ubicación, el entorno, el subsuelo, el clima, el reciclaje de agua o la minimización del consumo energético». Así como cuestiones ya sí plenamente relacionadas con la construcción, como los materiales, la orientazión o el uso de energía renovables.
Diseñar una casa bioclimática (este proyecto es de la empresa Amalur Arquitectos) tiene su intríngulis. La arquitectura entra en el terreno de lo subjetivo, ya que las percepciones de los moradores de la vivienda lo serán. La ubicación debe estar exenta de patologías y energías adversas. Y hay que conocer muy bien el entorno para acertar con los materiales y la disposición de los espacios.
Villa Moraira, la casa del futuro, huye de las estridencias, y es una novedad. Ahora que el urbanismo de lujo se ha reactivado en la Marina Alta, vuelven a construirse chalés ostentosos. Chalés que suelen abusar de las cristaleras, lo que genera el problema del sobrecalentamiento.
Esta casa tiene, en cambio, medidas humanas. Sus 219 metros cuadrados construidos (163 metros cuadrados de superficie útil) se distribuirán en dos plantas. Además hay que sumar otros 98 metros cuadrados de terrazas y pérgolas.
La vivienda mira al sur para aprovechar al máximo la iluminación natural y la refrescante brisa de Llebeig de verano. Y se ordena en torno a un patio. Su cara norte es más pétrea; aísla de los vientos fríos del invierno.
Los ventanales no son exagerados. Se busca optimizar la luz, pero, al tiempo, evitar una excesiva insolación y radiación. Además, el confort térmico no depende sólo de la temperatura. La promotora quiere también que el interior se ventile de forma natural.
La sabia construcción tradicional de la Marina Alta siempre ha perseguido el arcano de que las casas fueran cálidas en invierno y frescas en verano. El promotor de Villa Moraira afirma que ésta mantendrá durante los 365 días del año una temperatura de 20ºC.
Su diseño se inspira, sin duda, en la tradición. El espacio de día es la planta baja, y el de noche, la primera planta, desde la que se divisa perfectamente el mar Mediterráneo. Un patio lateral hace de elemento vertebrador y disuelve la frontera entre interior y exterior. Es una solución feliz para ganar luminosidad y, de paso, significa un guiño a la arquitectura tradicional.
Las líneas rectas exteriores contrastan con las bovedillas curvas de los techos, que es una forma de construcción que también aporta frescor y ayuda a la circulación del aire. La cubierta está agujereada por una claraboya, que ilumina el salón principal.
La casa del futuro depurará el agua y la utilizará para llenar la piscina y regar el jardín. Además, sacará todo el rendimiento posible a la energía del sol con los paneles fotovoltaícos, que, alcontrario de lo que ocurre ahora, irán disimulados en la cubierta. Villa Moraira explora esos caminos. Y se adentra en otros más filosóficos. Su diseño bebe de la corriente denominada Feng-Shui (viento-agua), que busca el equilibrio de energías, la armonía. Lo dicho: la arquitectura esculpe hombres y les toca el alma.
Fuente: Diario Levante, el mercantil valenciano